NATURALEZA DESDE SIGÜENZA

Una visión de la naturaleza de Sigüenza y su comarca por Javier Munilla

miércoles, 13 de marzo de 2019

EL ANIMAL QUE CAMBIO LA VITICULTURA


“Adiós, dijo el zorro. Aquí está mi secreto. 
Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.” 

El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

Durante las frías noches de invierno, desde enero hasta bien entrado el mes de febrero, podemos escuchar en nuestros campos el tauteo del zorro que anda de devaneos amorosos en esos días. Tauteo es como se llama a los ladridos cortos, agudos y apagados de los zorros, que en el silencio de las frías noches de invierno pueden parecer, en la lejanía, el llanto de un bebe. Aunque para un oído acostumbrado a la naturaleza se asemejan más a los ladridos de los corzos. 


Además, de su característico ladrido también podemos reconocer a los zorros en las noches porque sus ojos, cuando son iluminados por los faros del coche o por una linterna, brillan mucho más que los de cualquier otro animal debido al tapetum lucidum de sus ojos.

Como experiencia es muy recomendable para todos los que améis la naturaleza y como bien dice el autor de “El Principito” esa sensación de libertad y de unión con la naturaleza es invisible para los ojos, sobre todo porque los zorros son de hábitos principalmente nocturnos, y solo puede apreciarse con el corazón.

Pero conozcamos un poco mejor a nuestro protagonista. El zorro (Vulpes vulpes) es un mamífero del tamaño de un perro pequeño cuya característica principal es su larga cola densamente peluda y que termina en una mancha blanca en la punta. Sus orejas son grandes y triangulares y su cráneo es alargado con un hocico muy puntiagudo. Su pelaje es de color marrón rojizo, aunque dependiendo del hábitat y de la época del año puede variar en tonalidades hasta llegar a ser gris o gris negruzco. Cuando los zorros tienen ese colorido negruzco son denominados “carboneros”.


Los zorros son una especie con los sentidos muy agudizados. Su olfato está muy desarrollado, lo que le permite detectar y seguir cualquier tipo de rastro, antiguamente los “alimañeros” decían que eran capaces de oler el acero y que ese era el motivo por el cual no caían en sus cepos, además su olfato hace que sea capaz de encontrar carroña para alimentarse a mucha distancia y también le permite saber cuando los frutos, de los que se alimenta frecuentemente, ya están maduros. Además, como veremos más adelante los zorros usan el olfato para las relaciones sociales, ya que marcan sus territorios con marcas olfativas.

El oído también es un sentido muy desarrollado en nuestro protagonista, sus orejas son largas y móviles, pero cuando las orienta en una dirección dejándolas inmóviles estas les proporcionan una gran receptividad. Gracias a su capacidad auditiva el zorro es capaz de detectar a pequeños roedores o topillos bajo tierra o bajo la nieve.

Los ojos de los zorros poseen una pupila elíptica, lo que nos indica su preferencia por la vida nocturna, y el característico brillo de sus ojos cuando reflejan una luz, que hemos comentado al principio, es debido a una capa de células que actúan como reflector de los rayos lumínicos con el fin de incrementar su intensidad antes de que alcancen la retina. Estos dos elementos hacen que su visión en la oscuridad sea muy buena, por el contrario, en sus ojos no hay una verdadera mácula, que fisiológicamente es lo que nos permite tener la visión de los detalles y el movimiento, y por tanto a los zorros esta carencia les impide enfocar de manera constante a un objeto inmóvil y les hace ser un poco corto de vista. Quizá por ese motivo tiene más desarrollados los otros sentidos. 

Además, los zorros poseen unas vibrisas, pelos largos sensoriales, situadas en mejillas, hocico y mentón que le proporcionan información, sobre todo durante la noche, de los objetos cercanos, de la anchura de los lugares de paso sobre el terreno, de posibles complicaciones del terreno e incluso de posibles trampas colocadas por los seres humanos. 

Existe una leyenda que asigna a nuestro raposo la capacidad de hacerse el muerto, tanto para capturar a sus presas como para evitar a sus depredadores. Este mito proviene de las numerosas citas datadas y comprobadas de muchas personas en muy distintos lugares.  Hace un tiempo me contaron que una persona encontró lo que creía que era un zorro muerto cerca de su casa, lo recogió y lo metió en el maletero del coche para enterrarlo lejos de su propiedad no fuera que se lo comieran sus perros y cogieran alguna enfermedad; cuando llego al lugar donde pretendía enterrarlo, fue a sacarlo del maletero y el zorro salió corriendo como si nada. 

Estoy seguro que muchos de los lectores habrán escuchado que los buitres no se comen a un zorro muerto porque sospechan que esta fingiendo y lo que quieren es que bajen para ser ellos el alimento del raposo. Pues bien, muchos especialistas en el estudio de zorros sostienen que, en realidad, “hacerse el muerto” es una reacción del animal ante un momento de estrés intenso y que es instintiva e inevitable, es conocida como “parálisis de terror” y en muchas ocasiones puede servirles a los zorros para evitar ser sorprendidos por sus depredadores.

El zorro ocupa la totalidad de la Península Ibérica y se ha adaptado a todo tipo de biotopos, podemos encontrarlo en zonas agrícolas, áreas forestales, zonas de matorral bajo, desiertos, alta montaña, poblaciones y áreas urbanas, llegando incluso a vivir en el interior de las ciudades. Podemos asegurar que su adaptabilidad le ha convertido en el carnívora silvestre más común en los entornos humanos.


El territorio de ocupan los distintos individuos están bien definidos, son contiguos y en muchas ocasiones suelen tener solapamiento, como distintas observaciones han demostrado, comprobando que algunas zonas de caza o vertederos son visitadas por distintos individuos en una misma noche. 

En nuestras salidas por el campo podremos observar sobre cualquier elemento que sobresalga del terreno como pueden ser piedras, montículos, matas, arbustos, muros e incluso sobre latas o botellas abandonadas excrementos dejados por los machos de zorros para marcar los límites de su territorio. 


Además de las deyecciones, los zorros poseen también una serie de glándulas externas que utilizan para impregnar sus territorios con sus firmas olorosas en sus dominios, la mayoría de ellas no detectables por el olfato humano. Estas glándulas están situadas en distintos lugares de su anatomía, unas las podemos encontrar entre las almohadillas plantares de las cuatro extremidades impregnando de esta forma las huellas del individuo y así informar de por donde ha pasado. Otras se encuentran situadas bajo la cola a ambos lados del ano, las conocidas como glándulas anales, son dos y son las causantes del olor que los humanos detectamos y conocemos como olor a zorro; y por último la tercera, conocida como glándula violeta, se encuentra situada en la parte alta de la cola muy cerca del lomo y no está muy claro cual es su función específica. La unión de las secreciones de los tres tipos de glándulas da toda la información necesaria a los zorros sobre los congéneres que ocupan un territorio. Y por desgracia para ellos también se la aportan a los perros que utilizan los cazadores para perseguirlos.

El tamaño del territorio suele ser inversamente proporcional a la cantidad de alimento disponible, es decir, a más alimento menor territorio y a mayor escasez de recursos más territorio. Donde más territoriales y agresivos se encuentran los zorros, en este caso sobre todo las hembras, es en el área que delimitan alrededor de la madriguera donde van a alumbrar a sus cachorros.


Los zorros son animales que están activos tanto de día como de noche, aunque su preferencia sea crepuscular, debido a la presión humana sobre sus poblaciones. Es sintomático que en las zonas más despobladas sea más fácilmente observar individuos durante el día que en las zonas más pobladas. Las horas de mayor actividad coinciden con las de mayor actividad de sus presas favoritas roedores, topillos y lagomorfos. Además, estudios realizados sobre la actividad de los raposos marcan una tendencia a mayor actividad en las horas frías, pero quizás sea en invierno cuando más fácilmente podamos observar a nuestros protagonistas ya que la escasez de presas obliga a los individuos a pasar más tiempo buscando el sustento necesario.

La dieta del zorro varia enormemente de un lugar a otro, incluso entre poblaciones relativamente próximas, según tengan acceso o no a desperdicios humanos. El zorro es omnívoro y está especializado en pequeños roedores, por lo que es de una gran ayuda para la agricultura, también puede capturar otros mamíferos como conejos, crías de liebres, crías de corzos, etc. Aunque no deja pasar la oportunidad de alimentarse de cualquier cosa que este a su alcance ya sean lombrices, insectos, aves, reptiles, frutos silvestres o cultivados, carroña, basura, etc. Por lo tanto, se puede decir que los zorros se han adaptado a todos los ecosistemas porque son capaces de encontrar alimento en todos ellos. 

Sin ir más lejos un reciente estudio publicado en la revista “Acta Oecologica”, plantea la función de algunos mamíferos entre ellos el zorro en la dispersión de las semillas de algunos frutales. Un equipo de investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela estudió el consumo de frutos de serbal por parte del zorro y la marta en la Cordillera Cantábrica. El estudio comprobó que los zorros y las martas eran capaces de rastrear las diferentes cosechas según los años y elegir los árboles que producían las mayores cosechas de frutos. Según Ignacio Munilla, coautor del estudio e investigador en el departamento de Botánica de la Universidad: “Los carnívoros no son indiferentes a las variaciones temporales y espaciales en la oferta de frutos de serbal” y esto nos indica que “el serbal es importante para los carnívoros y los carnívoros son importantes para el serbal”. 

La producción de frutos del serbal está sujeta a grandes variaciones entre años. Y a pesar de estas enormes variaciones interanuales, la comparación entre la importancia del serbal en la dieta del zorro y la marta y la abundancia de este recurso en el medio a lo largo de una serie ininterrumpida de 11 años, mostró que ambas variables, cosecha y consumo, presentaban pautas de variación muy acopladas.

Los mismos investigadores, en otro estudio publicado en el mismo artículo, tomaron como muestra veinte serbales y les realizaron un seguimiento intensivo durante diez días y sus correspondientes noches. Esta observación demostró que los zorros y las martas, además de otros carnívoros, visitaron los diez árboles con las mayores cosechas, recogieron los frutos caídos y contribuyeron a la dispersión de las semillas. “La probabilidad de que un árbol recibiese la visita de un carnívoro parecía depender directamente de la cantidad de frutos que habían caído bajo su copa. Los carnívoros se llevaron una proporción considerable de los frutos caídos (muy por encima de la cantidad destruida por los roedores durante el mismo periodo)”, confirma José Guitián, coautor del estudio e investigador de la Universidad. 

Según el estudio la sociedad serbal-zorro-marta puede tener mucha relevancia en los ecosistemas de montaña ibéricos, ya que la caída de frutos bajo la copa no supone un fracaso en la dispersión de las semillas, ya que la probabilidad de que esas semillas sean movilizadas por los carnívoros puede ser elevada.


El comportamiento de los zorros macho también es muy variable en las relaciones sexuales, podemos encontrar individuos monógamos, individuos polígamos e incluso individuos no activos sexualmente. Y aunque es una especie principalmente solitaria, muchas veces podemos observar clanes familiares compuestos por un macho y varias hembras, de una a cuatro hembras. Como hemos comentado al principio, entran en celo entre los meses de diciembre y febrero dependiendo del clima y la altitud. Es en estos meses cuando las hembras se muestran receptivas y comienzan a emitir un olor especial que despierta los instintos sexuales de los machos. Las hembras solamente estarán receptivas durante dos o tres días y después de la copula la pareja permanece trabada durante una media hora.

Una vez que la hembra se encuentra en estado de gestación buscara la madriguera que considere ideal para dar a luz a su prole. Las madrigueras de los zorros, también conocidas como zorreras, son cubiles excavados en la tierra que pueden tener una o más bocas de entrada y salida. Muchas veces los zorros adaptan para su tamaño cubiles que fueron horadados por conejos o tejones.


La gestación dura alrededor de cincuenta y tres días, por lo que los partos suelen producirse entre los meses de marzo y abril. La hembra dará a luz en el interior de la zorrera, una camada que normalmente está compuesta por entre cuatro y cinco cachorros que permanecerán sin salir de la zorrera entre seis y ocho semanas y serán destetados por la madre entre las ocho y las diez semanas. La hembra es la que se encarga del cuidado y alimentación de las crías, ayudada en algunas ocasiones por otras hembras del clan, los ingleses las llaman “hembras ayudantes”. Estas hembras tienen lazos de parentesco con la hembra dominante, aunque todavía no se sabe muy bien porque estas hembras tienen ese instinto maternal, ni la causa por la que dejan de lado su rol reproductivo para atender una camada que no es suya. Numerosos estudios han comprobado que las camadas son mayores en los años que abundan los roedores y topillos, lo que ha demostrado que la cantidad de recursos alimenticios influye sobre la fertilidad de las hembras. Pero la sabiduría de la naturaleza que aumentaba la población de zorros dependiendo de la cantidad de presas se ha visto alterada por los seres humanos, ya que en muchos lugares la proliferación de basureros hace que la cantidad de recursos se mantenga estable durante todos los años.

Algunas veces podemos observar a la hembra trasladando a sus cachorros a otro cubil distante varios kilómetros del actual, esto suele ser ocasionado por las molestias ocasionadas por personas o animales. Las crías, también llamadas zorreznos, alcanzan la madurez sexual a los 9 o 10 meses por lo que ya pueden reproducirse el primer invierno después de su nacimiento. A partir del mes de septiembre; los machos se dispersan siempre, mientras que algunas hembras permanecen en el territorio familiar.

Las poblaciones de zorro en se han visto afectadas por distintas enfermedades. Entre que más afectan a nuestro protagonista están la rabia y la sarna.


La rabia es producida por un virus que se transmite a través de la saliva y que afecta a los nervios del encéfalo. En la mayoría de los casos su consecuencia es la muerte. Entre las especies susceptibles de padecerla están los carnívoros, algunos roedores y ungulados, murciélagos y el ser humano. Lo curioso es que durante siglos la rabia era casi exclusiva de los animales domésticos, sobre todo los perros. Pero durante las últimas décadas se ha transformado de “urbana” a “selvática” y ha pasado de los animales domésticos a los silvestres. Antes del comienzo del siglo XX este tipo de peste estaba restringida al Circulo Ártico, fue al finalizar la Primera Guerra Mundial cuando aparecieron los primeros casos de rabia selvática en Rusia y justo antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial cuando ya estaba extendida a Polonia. Hacia 1950 llego a Alemania y durante la década de los sesenta se extendió por toda Bélgica, Holanda, Suiza, Austria y Francia. Quedando libres de la enfermedad Gran Bretaña, gracias al Canal de la Mancha, y la Península Ibérica, gracias a la barrera natural que nos proporcionan Los Pirineos. En Europa en principio intentaron frenar la epidemia eliminando zorros y no sirvió para nada, pero actualmente se ha producido una espectacular y drástica reducción de los casos de zorros con rabia camuflando vacunas orales en cabezas de pollo y distribuyendo estas por el campo. 

En cambio, la sarna es la enfermedad que más afecta a los zorros de nuestro país, es causada por unos ácaros que se introducen en la piel y causan la perdida de pelo. El animal se rasca las partes infectadas provocándose heridas e infecciones. La sarna suele producir la muerte del individuo al mes de comenzar la infección. Esta enfermedad puede llegar a exterminar poblaciones enteras de zorros. 



Como curiosidad decir que el termino alopecia fue acuñado a principios del siglo XX, cuando el dermatólogo francés Raymond Sabouraud se puso a buscar un vocablo adecuado para describir la pérdida anormal de cabello que padecían algunos de sus pacientes. Se fijó en la palabra en latín alopecia que provenía del griego alopekia, que proviene de alopex (zorro). Porque los griegos definían como alopekia al proceso por el cual los zorros perdían el pelo ya fuera porque lo mudaban o por culpa de la sarna.


Como hemos comentado en párrafos anteriores, antes de que el ser humano alterara de forma drástica el funcionamiento de la madre naturaleza, las poblaciones de zorro se autorregulan ellas mismas dependiendo de la cantidad de alimento disponible y de la mortalidad causada por sus depredadores, incluido el ser humano, o por epidemias sobre las poblaciones. Por este motivo resulta totalmente inaceptable las matanzas que se producen cada año de zorros con la excusa del exceso de animales y que hay que controlar las poblaciones, si dejamos a la naturaleza actuar ella sola se autorregulará sin necesidad de plomo, cepos, lazos, escopetas, ni perros. Pero es más bonito justificar las matanzas argumentando un bien común que diciendo la verdad “matamos zorros por diversión”. Lo cierto es que a los cazadores el zorro les molesta por ser un competidor que se alimenta de especies cinegéticas como son conejo, perdiz, codorniz, …

Pero no siempre ha sido así, porque se han encontrado pruebas en el noreste de la Península Ibérica de que los zorros eran domesticados por los humanos en la Edad de Bronce. El descubrimiento de cuatro zorros y una gran cantidad de perros en los yacimientos de Can Roqueta (Barcelona) y Minferri (Lleida) destacan entre los muchos ejemplos de tumbas en diferentes lugares del noreste peninsular. Estos enterramientos evidencian una práctica funeraria generalizada que proliferó en la Edad del Bronce, enterrar a humanos junto a animales domésticos.

Mediante el estudio de isótopos estables de carbono y nitrógeno en el colágeno óseo, nos muestra que el zorro del yacimiento de Can Roqueta es un animal de edad avanzada, con una pata rota. La fractura está en proceso de curación y muestra señales de haber estado inmovilizada lo cual implica la intervención de los humanos, además la alimentación de este animal es muy particular, pues se parece más a la de los cachorros de perro que a la de un zorro silvestre. Y esto según Aurora Grandal, coautora del descubrimiento, se puede interpretar como que ese zorro convivió como animal doméstico largo tiempo con los humanos. El estudio apunta que, en algunos casos particulares en Can Roqueta, hubo una preparación de comida específica, rica en cereales, para perros más grandes probablemente dedicados a transportar cargas, y para al menos uno de los zorros.


Entonces nos debemos preguntar: ¿Son los zorros alimañas o aliados? 

La respuesta para cualquiera que no sea corto de miras es, sin lugar a dudas, “Aliados”. 

El zorro además de ser un gran consumidor de roedores, lo cual es de gran ayuda para la agricultura, es un gran aliado contra la borreliosis, también conocida como la Enfermedad de Lyme. 

La borreliosis es una enfermedad transmitida por garrapatas y es un importante problema de salud. Un estudio realizado por la Universidad de Wageningen y el Instituto Nacional de Salud Pública y Medio Ambiente (RIVM), en los Países Bajos, en 2017, dirigido por el ecologista holandés Tim Hofmeester descubrió que la presencia de zorros en los bosques redujo el número de garrapatas infectadas con la bacteria que causa la enfermedad de Lyme. En este contexto se intentó buscar una solución ecológica para frenar la propagación de esta enfermedad y el estudio descubrió que para evolucionar desde la etapa de larva a la etapa de ninfa y luego a la etapa de adulto, la garrapata debe llevar a cabo tres comidas de sangre. Las larvas, en principio sanas, se aferran a los primeros animales que suelen ser pequeños mamíferos, especialmente roedores, que a menudo portan la bacteria llamada Borrelia burgdorferi. Después de la picadura, las garrapatas son infectadas por el roedor y de este modo las garrapatas pueden a su vez transmitir la bacteria a otros animales, así como a los humanos. Para ver si había una conexión entre la densidad del zorro y la aparición de la bacteria Borreli, el investigador comparó las tasas de infección de garrapatas en bosques de los Países Bajos. Algunos territorios estaban muy poblados por zorros y otros alojaban pocos o ninguno ejemplar. El resultado final del estudio demostró que cuantos más depredadores había, menos garrapatas infestadas se encontraban. De hecho, Tim Hofmeester descubrió que, con una alta densidad de zorros, los roedores no salían y no eran atacados por garrapatas.

Pero también son nuestros aliados, junto con reptiles, aves y otros mamíferos, en la lucha contra el Hantavirus, que es una enfermedad viral aguda grave originada por el virus Handa, que afecta a los pulmones del ser humano y es transmitida por los roedores a través de la saliva, orina y heces.

Pero sospecho que los lectores os estaréis preguntando cuando voy a explicar el porqué del título de este artículo. 

Pues vamos a ello. Supongo que de todos es conocida la fábula de Esopo “La zorra y las uvas”, que tiene como protagonista a un zorro que quiere comer unos racimos de uvas. La fabula esta basada en hechos reales ya que desde los tiempo de la Grecia Clásica y la Antigua Roma era bien conocida la afición de los zorros por las uvas y que estos se subían a las vides a comer las uvas y rompían muchas veces las ramas con su peso. Por este motivo los viticultores romanos decidieron que las vides deberían ser más bajas para que cuando los zorros fueran a comerse las uvas, las alcanzaran con facilidad y, al menos, no rompieran las ramas.



Para finalizar es conocida la gran presencia que tiene nuestro protagonista en la cultura popular de todas las regiones del planeta Tierra. Veamos algunos ejemplos:

En Japón, los Kitsune (zorro) son espíritus del bosque cuya función es proteger los bosques y las aldeas, además poseen habilidades mágicas que aumentan con la edad y según van adquiriendo conocimientos. Cuanto más sabios son esos espíritus con forma de zorro mas colas poseen siendo el más poderoso el de siete colas. Los espíritus con forma de zorro están íntimamente relacionados con Inari, una deidad de la fertilidad y la agricultura de la cual son sus mensajeros. Entre sus poderes está el de transformarse en mujeres jóvenes y de este modo convertirse en amiga, amante o esposa y así ayudar al campesino en su labor y cuidarlo. El origen histórico de esta leyenda está en la convivencia entre los zorros y los humanos, ya que estos últimos consideraban al primero un benefactor de la agricultura por la gran cantidad de roedores que cazaban y esto derivó en un inmenso respeto de los hombres del campo hacia los zorros.

Hay otras figuras parecidas en otras culturas orientales como son el Kumiho de Corea y el Huli jing de China.

En la mitología griega la zorra Teumesiana, destinada a no ser cazada jamás es enviada por los dioses para castigar a los hombres de Tebas por haber cometido un crimen. El gobernante de la ciudad mandó al perro Laelaps, quien nunca fallaba, para cazar a la zorra. Los destinos contradictorios de ambos, una no podía ser cazada y otro no fallaba nunca en su caza, hicieron que Zeus los convirtiera en piedra y los echara al cielo, conformando las constelaciones Canis Major y Canis minor; el perro y la zorra, respectivamente.

En la mitología de Finlandia, los zorros representan el triunfo de la inteligencia sobre la maldad y la fuerza bruta, pues son considerados animales astutos y engañosos, pero no malévolos. 

Los nativos norteamericanos imaginaban a los zorros como guerreros que hacían uso solo de su inteligencia para luchar. Por su parte, los achomawi de la actual California creían que el zorro y el coyote eran los creadores del mundo.

El zorro aparece en numerosas historias y fábulas europeas, como el poema épico en latín del lobo Ysengrimus, del poeta Nivardus. Este poema está basado en creencias y tradiciones populares antiguas en las que el lobo y el zorro son enemigos. Relata cómo el zorro Reynard embaucó en numerosas ocasiones al lobo Ysengrimus. 

Tan importante se hizo el zorro que paso a ser uno de los personajes más famosos en Europa. Reynard, el zorro, llamado también Renard, Renart, Reinard y otras variantes según la región donde se cuenten sus hazañas, también aparece en Los cuentos de Canterbury, del escritor Geoffrey Chaucer, así como en el ciclo de poemas The Morall Fabillis of Esope the Phrygian, de Robert Henryson, y en muchas otras obras de la literatura europea.

El mundo de las fábulas tiene zorros como protagonistas. Una de las más famosas es “El zorro y el cuervo”, de Esopo, en el cual el ave encuentra un trozo de queso y se dispone a comerlo posado en una rama. Un zorro que pasaba vio aquello y, deseando el queso, no escatimó en adulaciones para el cuervo, a quien convenció de cantar. Cuando el ave abrió el pico, el queso cayó al suelo y el zorro aprovechó para cogerlo.

Uno de los primeros héroes de ficción es “El Zorro”, personaje principal de varios libros, películas y series televisivas, creado por Johnston McCulley en 1919. Se trata de Don Diego de la Vega, quien adopta una vestimenta y personalidad diferentes para combatir a los villanos durante el Virreinato de la Nueva España.

“El zorro y el sabueso” novela de Daniel P. Mannix escrita en 1967, y que fue llevada al cine por Walt Disney Productions en 1981, narra la historia de dos especies separadas por sus destinos, pero que llegan a luchar para conservar una amistad iniciada desde pequeños.

También como cabía esperar el zorro es protagonista de refranes y dichos de la cultura popular española, como muestra están los siguientes:

Al zorro no le des las uvas verdes, porque le gustan dulces.

La astucia del zorro es mejor, que olfato de buen cazador.

El zorro pierde el pelo, pero no las mañas.

El zorro viejo huele a trampa.

Finalizamos este artículo con otra frase de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry:

“No era más que un zorro parecido a cien mil otros. 
Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.”