Cuando paseamos en primavera y verano por los bosques de nuestra comarca es casi seguro que nos pase desapercibido un pequeño pajarillo considerado el rey del bosque por muchos aficionados a las aves. En la Península Ibérica conviven dos especies muy similares de este rey: el Reyezuelo sencillo (Regulus regulus) y el Reyezuelo listado (Regulus ignicapilla).
Son las dos aves más pequeñas de Europa, junto con el Chochín, con apenas 9 cm de longitud y unos 6 gramos de peso, son tan pequeñas que apenas se dejan ver entre la espesura de nuestros bosques. Pero como sucede con todas las aves pequeñas son muy activas y si nos paramos un momento a observar atentamente en nuestro pinar, o en cualquiera de los bosques que disfrutamos en nuestra zona, es muy probable que observemos entre las copas de los árboles, buscando alimento incansablemente, a nuestros pequeños reyes.
Hoy nos centramos en la especie que más se puede observar en Sigüenza y alrededores, el Reyezuelo listado (Regulus ignicapilla). En latín Regulus significa rey de un estado pequeño o reyezuelo e ignicapilla deriva del latín ignis que significa fuego y capillus que es pelo.
La especie fue descrita en primer lugar por Coenraad Jacob Temminck como Sylvia ignicapilla. Esta tardía descripción como especie pese a ser una de las especies más comunes en Europa se debe a que durante mucho tiempo se consideró como una variedad del Reyezuelo Sencillo, R. regulus (Wood, 1983). El Reyezuelo Listado pertenece a la familia Regulidae, siendo una familia del orden Passeriformes conformada, en principio, por un único género Regulus, representado en Norteamérica y Eurasia por 7 especies. En ocasiones se incluye en la familia Sylviidae junto a currucas (Sylvia sp.) y mosquiteros (Phylloscopus sp.).
El Reyezuelo listado posee el dorso verde brillante en contraste con las alas oscuras que están surcadas por dos bandas blanquecinas. Las partes inferiores son pálidas, aunque el macho muestra ligeras tonalidades naranjas en el pecho; en la cabeza destaca el píleo negro (parte superior de la cabeza) en el que destaca una gran línea central de color naranja en los machos, mucho más pequeña y amarilla, algunas veces naranja pálido, en las hembras. Esta franja sobre la cabeza le da a este pequeño pájaro la apariencia de portar una corona y de aquí proviene su nombre común de “Reyezuelo”; los jóvenes no tienen el dibujo del píleo definido hasta la primera muda de plumaje que es sucederá en el primer otoño de vida. Además, en la cabeza destaca una ceja blanca y una lista ocular negra sobre el ojo negro, de donde proviene su denominación de “listado”, que crea un dibujo rayado muy contrastado; el cuello es amarillo verdoso brillante y a ambos lados del cuello se aprecia una mancha ocre. Las plumas de color de la cabeza son eréctiles en los adultos y cuando las levantan forman una cresta muy colorida; su pico es oscuro y muy estrecho, grisáceo en la base. Las patas del reyezuelo listado son de color marrón verdoso con uñas negras.
En relación con el dimorfismo sexual en tamaño, existen diferencias significativas en las distintas medidas de machos y hembras adultas. A partir de individuos capturados por Frelin y Cornillon en 1974, se observa que los machos son un 6% más pesados que las hembras y un 6,2 % más grandes en relación a la longitud del ala o un 4% en relación a la longitud de la cola.
Los reyezuelos son especies típicamente forestales, que podemos observar en pinares, robledales, encinares, hayedos y bosques mixtos de la comarca de la Sierra Norte, teniendo una clara preferencia por los bosques de coníferas. En invierno se distribuye por un mayor número de hábitats, como setos, matorrales, cultivos de secano, riberas fluviales e incluso huertos y jardines de los pueblos.
Las poblaciones Ibéricas son generalmente sedentarias, aunque suelen hacer pequeñas migraciones locales en invierno para descender de altitud. En Sigüenza durante los últimos inviernos, como no han sido excesivamente fríos, he podido observar bandos de varios individuos en el pinar.
En febrero el macho comienza a marcar su territorio con su canto discreto para el oído humano, al contrario de nuestro protagonista del artículo del mes pasado. El canto es un reclamo fino y agudo, podríamos transcribirlo como: zrii-zrii-zrii…, suele empezar con una nota más larga y acentuada seguida de 2 o 3 más cortas y ligeramente acentuadas y ascendentes. Podemos oírlo durante casi todo el año exceptuando los meses de menos luz, noviembre, diciembre, enero, y en los periodos más calurosos de julio y agosto. Durante estos días podemos ver a machos peleándose por el territorio y quizás sea el mejor momento para fotografiarlos porque estas absortos en el combate, pelean entre las ramas, bajan al suelo y permanecen un breve espacio de tiempo quietos, lo que permite acercarse al fotógrafo el tiempo necesario para disparar la cámara.
Cuando llega marzo comienzan a emparejarse y principios de abril comienza la época de reproducción. El cortejo es muy curioso porque muchas veces el macho confunde a la hembra con un macho rival e intenta expulsarla de su territorio, aunque en cuanto se da cuenta de su error se acerca a ella cantando y desplegando su llamativa cresta naranja mientras sacudo todo el cuerpo en una especie de temblor. Cuando la hembra se ha convencido de que es el macho que quiere para sus polluelos, casi nunca sucede esto a la primera ya que la hembra suele rechazar al macho un par de veces mínimo, esta muestra su disposición a aparearse extendiendo las alas y ofreciendo la parte de la cloaca al macho para que se aparee con ella.
La construcción del nido es realizada por ambos congéneres, el nido tiene forma de copa cerrada casi sobre sí misma, suele estar situado a baja altura, generalmente entre 2 y 10 metros, tapizándolo con musgos, plumas y pelos, perfectamente camuflado bajo pequeñas ramas. El tiempo de construcción ronda los diez días, durante los cuales la pareja además de trabajar muy duro también se hacen muestras de cariño constantes.
Las puestas generalmente constan de 6 a 10 huevos, que son incubados casi únicamente por las hembras a la que el macho alimenta, poniendo unos huevos muy pequeños que rondan el centímetro de altura y de grosor y que pesan 0.7 gramos de media. Los pollos eclosionan tras un periodo de incubación de 15 días. Al nacer los pollos la hembra aprovecha para tirar fuera del nido los restos de las cascaras de los huevos y cualquier otro desecho que pueda haber en el nido. Los pollos están cubiertos con un plumón corto de color grisáceo, siendo pollos nidícolas que vuelan al cabo de unos 21 días. Los jóvenes se mantienen alrededor del nido varios días más, siendo cebados por ambos adultos. Al terminar este periodo la pareja comenzara una segunda puesta en un segundo nido que construirán dentro del territorio del macho.
Como son aves muy pequeñas deben estar constantemente buscando alimento, ya que su minúsculo cuerpo no puede almacenar muchas reservas de energía. Este motivo dificulta mucho su observación y más aún fotografiarlas, ya que están en constante movimiento de rama en rama o subiendo y bajando por el tronco de los árboles. El reyezuelo listado es un especialista de buscar el alimento en las copas de los árboles, haciendo también amplio uso de las hojas o acículas de árboles y arbustos, así como de las rendijas en las cortezas de los árboles teniendo predilección por aquellas donde crecen líquenes.
El vuelo es una serie de cortos recorridos, que recuerda al de los páridos, aleteando rápidamente y pueden suspenderse en el aire, como el cernido típico de los cernícalos.
Su alimentación se basa principalmente de polillas, orugas de lepidópteros, pulgones y arañas, aunque también pueden depredar sobre coleópteros, abejas, avispas, escarabajos y chicharras, entre otros. Se calcula que un reyezuelo puede consumir tres millones y medio de huevos de insectos. Aun así, la especie no es estrictamente insectívora, sino que los frutos carnosos, bayas y semillas también forman una parte relativamente importante de su dieta. Como curiosidad reseñar que los reyezuelos son muy hábiles extrayendo insectos atrapados en las telarañas, aunque a veces esta práctica y su reducido tamaño ha hecho que algunos ejemplares han quedado atrapados en las telarañas y hay han encontrado la muerte por no poder desprenderse de ellas. La dieta de los juveniles de reyezuelo listado está conformada casi en exclusiva por colémbolos.
Con la llegada del otoño los reyezuelos se agrupan en pequeños bandos que muchas veces se pueden observar entre bandos mayores de distintas especies de paseriformes.
Los inviernos muy fríos producen elevadas tasas de mortandad por falta de alimento debido a que como ya hemos comentado antes su pequeño cuerpo no permite la acumulación de reservas energéticas.
En Bovigny (Belgica) la tradición cuenta que canta el Reyezuelo y dice algo así como: “Soy el más pequeño, soy el más hermoso, soy el rey de los pájaros”.
Al Reyezuelo en la Europa del norte se le relacionaba con la realeza y por ese motivo su caza era tabú, como ejemplo de esto podemos leer, en una de las historias de la saga sobre el Rey Arturo, que los caballeros de la Tabla Redonda parten de Camelot para vengar la muerte de un Reyezuelo.
La historia de cómo el Reyezuelo consiguió el “Rey de las Aves” y porque luce ese penacho de plumas coloridas en su cabeza, la podemos encontrar en una fábula de Esopo, que fue recogida por el fraile benedictino Martín Sarmiento en el siglo XVIII en su libro “De Historia Natural y de todo género de erudición”.
La historia es más o menos así:
Cuenta una antigua leyenda, que hubo un tiempo en que las aves se encontraban disputándose el trono de las aves y como no llegan a un acuerdo todos los pájaros se reunieron en una gran asamblea para elegir al que debía ser su monarca, tras muchas y complicadas discusiones, convinieron que aquel que volara más alto sería su rey. A la señal acordada todos se precipitaron a volar hacia el cielo. Muy pronto muchos los mejores voladores tomaron ventaja y progresivamente se fueron aclarando las posiciones. El Águila real ascendía segura, distanciando más y más al resto de las aves, y con ella, el pequeñísimo Reyezuelo que, aprovechándose de su pequeño tamaño y su astucia, antes de comenzar la competición se había escondido entre el plumaje del águila y viajaba sobre ella. Cuando al Águila real le abandonaron sus fuerzas; de su escondite entre las plumas de la cola del Águila real salió el Reyezuelo y se colocó sobre la cabeza del Águila. De esta manera consiguió ser el ave más alto ascendió en la cúpula celeste y, por tanto, el Dios Sol coronó al Reyezuelo como “Rey de las Aves” estampando en su cabeza un rayo solar. Desde aquel momento lucen los reyezuelos sus doradas crestas, símbolo de su condición de soberano de todas las aves.
Aristóteles en su libro “Historia de los animales” también se hace eco de la enemistad entre el Águila Real y el Reyezuelo a causa de cómo consiguió su nombre de este último.
De esta historia a muchísimas variedades en distintos países y regiones. Como curiosidad en Holanda, Dinamarca, Polonia y Rumania hay una variante muy interesante que nos contaron los hermanos Grimm y que podéis encontrar en el libro “Todos los cuentos de los hermanos Grimm”. Os recomiendo que la leáis descubriréis alguna cosa más sobre otras aves.
Otra variedad de esta historia la podemos encontrar en otras leyendas europeas y en estas el Reyezuelo es el rey de las aves no solo por ser el ave que voló más alto, sino también por haber traído el fuego divino a la Tierra.
El Reyezuelo junto al Petirrojo, que será el protagonista del artículo del mes que viene, están relacionados con un rito sobre el ciclo anual. Según el naturalista británico George Graves (1784-1839) los antiguos cuando llegaba el fin de año capturaban a un Reyezuelo y un Petirrojo y llevaban a cabo el siguiente ritual. Metían al Reyezuelo en una urna de cristal y lo sacrificaban, mientras que al Petirrojo lo subían al altar y lo liberaban. En este calamitoso rito para el Reyezuelo, al pobre le tocaba representar el año que moría mientras que al Petirrojo le toca representar el año que nacía.
Existía una curiosa tradición en Vilanova de Lourenza (Lugo) hasta principios del siglo XX conocida como “La Caza del rey Charlo”. De esta tradición se tiene constancia desde el siglo XVI, según podemos leer en “La cacería del reyezuelo: análisis de una cacería ancestral en los países célticos” de Fernando Alonso Romero. La tradición consistía en la caza de un reyezuelo por parte de los vecinos del pueblo el día de Año Nuevo. Una vez capturado se le ataba a la punta de una vara y se llevaba en procesión al monasterio de San Salvador. Allí se entregaba el pequeño pájaro al abad del monasterio, este mandaba repartir vino y pan entre los asistentes y después de quitarle cuatro plumas al reyezuelo, lo liberaban. Después de la suelta del ave los presentes se dirigían a la Casa del Concejo para elegir a cuatro candidatos para alcaldes, de los que el abad debería nombrar a dos. Si por casualidad el día de Año Nuevo no se conseguía cazar al reyezuelo, el abad concedía una prorroga hasta el día de Reyes.
Esta tradición con algunas variantes existe en el resto de Europa sobre todo en las zonas de tradición Bretona. Curiosamente existe una canción popular vasca que nos habla sobre esta tradición pero en lugar de involucrar solo al reyezuelo y sus cuatro plumas, implica a cuatro aves distintas en la elección del alcalde. La canción traducida al castellano dice:
“El petirrojo canta,
el zorzal es el alcalde,
con la mediación del mirlo,
al reyezuelo lo han metido preso.”
Bibliografía:
www.faunaiberica.org.
www.pajaricos.es
Descubre la naturaleza y los pájaros. Editorial Salvat.
Guía de las aves España, Europa y región mediterránea. Ediciones Omega. Lars Svensson, Killian Mullarney y Dan Zetterström.
Enciclopedia Salvat de la fauna ibérica y europea. Editorial Salvat. Félix Rodríguez de la Fuente.
Guía de aves de Aragón. Prames ediciones. Javier Blasco Zumeta y Enrique Pelayo.
Guía de las aves de España, península, Baleares y Canarias. Lynx Edicions. Eduardo de Juana y Juan M. Varela.
Aves familiares. Vida y leyenda. Libros del Jata. Ignacio Abella y Ramón Arambarri.
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